Del engrandecimiento de nuestras percepciones y de cómo Miss Valium se dio cuenta de eso.

Hace algunos años, hablando en tiempos de juegos y fantasía, veía mi escuela como un castillo, era enorme, con una cancha donde jugábamos en nuestro recreo y salones amplios y con ventanas gigantes. Hace unos meses regresé allí y la desilusión fue mezclada con la sorpresa. Esa escuela era pequeña, muy pequeña, la cancha era minúscula y los salones diminutos, los niños apretados dentro de ese espacio no se daban cuenta de ello.

En la secundaria había un prefecto que me inspiraba miedo, yo lo veía enorme, de más de 2 metros y muy fornido, con una voz grave y autoritaria que hacía que nadie quisiera desafiarlo. Hace poco lo ví, su altura no llegaba ni al 1.80, fornido ya no estaba y esa voz grave que yo recordaba ya no exisitía.

Mi papá se fue de mi casa desde que yo tenia 17 años, hace ya 10 de eso, con visitas irregulares, dejé de verlo muchos años, algunas veces nos conformábamos con una visita al año de una semana. Era difícil el describirlo, porque sus defectos siempre han opacado sus escasas virtudes, pero recuerdo algo de él, era inteligente, mordaz y con una ironía envidiable. Después de 10 años regresó y como es lógico, me siento lejana a él, pero ahora esos diez años dejaron huella en nosotros, no es inteligente, sigue siendo mordaz pero con comentarios fuera de lugar y esa ironía que tanto envidiaba, ahora me molesta.

En marzo me alejé de mi ciudad y solo extrañaba a una persona. Los días eran cada vez más insoportables, sentía una ausencia casi insoportable, un solo rostro me hacía llenar mis ojos de lágrimas y lloraba celular en mano diciendo “te amo” (y lloraba más al escucharlo).

Nunca me había dolido tanto un solo nombre, tanto amor ya no sentido, revivió, putísima madre, lo amo, todavía, a pesar de lo correspondido que es mi sentimiento, de dos años de infierno, si, me dí cuenta en ese momento que seguía enamorada, como siempre.

Los días se hacían cada vez mas largos, no podía esperar para verlo, para obtener ese beso que tanto ansiaba, para ver esos ojos, esa imperfecta nariz y esa boca con la que había soñado tanto, solo quería tenerlo cerca, poder abrazarlo, olerlo.

Por fin los días pasaron, lo ví, tan imperfecto como siempre, simple como pocos, no me moría por abrazarlo, ese beso podría esperar. Su cuerpo no se me antojaba nada. Su compañía si porque sabía que solo él se emocionaría al escuchar mi relato.

La maldita soledad me había puesto una trampa. En que jodida parte de mi subconsciente había maximizado los sentimientos para sentir eso? No lo sé, solo sé que de verdad al verlo, todo se había esfumado, no había amor ni sentimentalismos, quererlo si, mucho, amarlo? No, ya no.

Cuando alguien muere, siempre se exaltan las cualidades, se deja de hablar de los defectos por respeto al ya caído. Yo recuerdo ahorita a mi abuela, como la mejor de las mujeres, en mi inconsciente así lo tengo registrado, no ha habido mejor mujer, mejor abuela que ella, cuando sus defectos eran muchos pero yo simplemente los minimizo.

El tiempo, la distancia, el recuerdo, siempre nos hacen exaltar los mejores sentimientos de nosotros hacia los otros, (por lo menos en mi caso). Lo que sentimos es solo una percepción errónea de un sentimiento inferior. Latente? Si, pero no comparado con el sentimiento o la percepción real, emocional y física. Como niños viendo gigantes, castillos o brujas.

En pocas palabras, tengo una mente fantasiosa.

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